Por: José Contreras
Si los libros han sido los contenedores de la cultura universal los últimos 5 siglos, las bibliotecas, por extensión, son los recipientes del saber de la humanidad. La evolución hacia el mundo electrónico y digital ha impactado en el mundo de la arquitectura de distintas maneras, siendo una de ellas la que recalca el crítico Paul Goldberger en relación a los bancos. Cuando el dinero en físico se tenía en bóvedas reales y seguras los bancos guardaban una imagen poderosa que diera a los clientes la imagen de que su dinero estaba en buenas y seguras manos. Con el paso al dinero digital, a través de transferencias electrónicas, tarjetas y demás medios bancarios esa imagen se diluyó en las pequeñas, accesibles y genéricas sucursales bancarias que encontramos en cada centro comercial.
El mundo de la literatura impresa está en un proceso similar. El Internet ha sido capaz de llevar toneladas de conocimiento de una manera práctica y veloz a lugares a los que no se esperaba llegar, la industria editorial impresa ve como el mundo de los e-books comienza a despuntar, pero el sentimiento de tomar de una estantería y leer un libro es la experiencia que los arquitectos han tratado de hacer inigualable con estas obras para mantener vivo el atractivo de las bibliotecas.
En la Universidad de Arte de Musashino, en Tokio, el arquitecto Sou Fujimoto hace hincapié en la idea del contenedor al utilizar el librero no sólo como mobiliario, sino como el generador de todo el recorrido del Museo Biblioteca de la universidad. Las paredes, libreros gigantes se van enroscando, dejando entrever el interior y el exterior a través de todo el espacio.
Sin dejar el lejano oriente, en las costas de China el despacho Vector Architects busca encontrar la intimidad del espacio de la lectura volcando toda la vista hacia la inmensidad del mar. Una pequeña biblioteca donde los libreros van generando terrazas para ganar la mayor cantidad de vista y se cierra hacia la playa.
La firma holandesa de MVRDV ha realizado una biblioteca pública en su país, en la ciudad de Spijkenisse que maneja la idea del contenedor de manera diferente. Una caja de vidrio que imita la forma de las granjas comunes de la zona, que por el día se llena de luz y por las noches la derrama hacia la calle, contiene una torre de libreros y terrazas que da el nombre al proyecto “The Book Mountain”